Otro mundo es posible

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Pobres gringos

  • Se les quema su hermosa California.La verdad es que como siempre ,y ya pasó con el huracán Katrina,los afectados son gente de clase media-baja.Millones de evacuados...
  • ¡¡¡Mira que hay mansiones en california y en Beverly Hills que podrían haber ardido sin mayor preocupación de sus dueños,salvo la eleccion de otra mansión!!!!
  • Mis queridos gringos..tranquilos..DIOS APRIETA ,PERO NO AHOGA.
  • Que pasen un feliz fin de semana.Nos vamos a recolectar unos cuantos hongos y de charla a Cabañes city.

SALUD CAMARADAS

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos, pues, para que nadie me quite la etiqueta de que amo el verbo de P�rez-reverte, cuelgo aqu� en vivo y en directo su art�culo de hoy, domingo 28 de octubre en el suplemento XL SEMANAL

Lo dice todo... Gora Arturo, mi dios...

INOCENTES, PERO MENOS

Tendemos a confundir inocencia con ignorancia. Pensaba en eso el otro d�a, viendo en la tele los estragos que cuatrocientos litros de agua por metro cuadrado pueden hacer en la estupidez y el desinter�s del ser humano por las realidades f�sicas del mundo real en el que vive. Creemos que metiendo maquinaria y cemento podemos mover monta�as, alterar cauces de r�os y cambiar el paisaje a nuestro antojo, vulnerando impunemente las leyes naturales. Nos consideramos, arrogantes, a salvo de todo, hasta que un d�a el Universo se despereza, bosteza un poco y pega cuatro zarpazos al azar. Entonces resulta que el coqueto paseo mar�timo de Benicapullos de la Marineta, que cost� una tela, hay que demolerlo porque corta el paso a las aguas embravecidas que vuelven a correr por donde siempre corrieron desde hace siete millones de a�os; y que la urbanizaci�n de adosados, construida en la orilla misma del r�o Manolillo, se va a tomar por saco llev�ndose los coches, los bajos de las casas, a las abuelitas jubiladas y cuanto encuentra por delante. Luego, claro, la culpa la tiene el Pesoe, o el Pep� o el alcalde, o Protecci�n Civil. Los dem�s nos manifestamos llorando, o cabreados, pero sin culpa de nada. Exigimos indemnizaciones al Estado para recomponer nuestras vidas, y nos lamentamos porque la raz�n y el telediario nos asisten. Somos v�ctimas inocentes.

Sin embargo, siempre hubo diluvios y volcanes. Las playas de tal o cual sitio son id�licas precisamente porque, segura de que all� cada cierto tiempo el mar pega un sartenazo, la gente se iba a vivir a otra parte, por si acaso. Los maremotos, por tanto, no son culpables de nada. Ni los terremotos. Ni lo que sea. Siempre estuvieron ah� y hasta los animales salvajes buscaban su guarida en otros pastos. De pronto, en los �ltimos treinta a�os, o cien, o los que sean, hemos decidido, porque nos conviene, que una riada, un tsunami o una erupci�n de lava son fen�menos posibles, pero improbables. As� que, oiga. Ya ser�a mala suerte. Por una ola gigante cada siglo y medio, por una Nueva Orle�ns cada cinco, no vamos a desperdiciar la playa tal o la parcela cual, que piden ladrillo a gritos. As� que llenamos de pisos el Vesubio, reconstruimos San Francisco en el mismo sitio, y situamos quince mil plazas hoteleras en una playa que est� a treinta kil�metros en l�nea recta del volc�n submarino m�s pr�ximo. Y venga vuelos de bajo coste, mojitos de ron y mariachis. Con todos muy felices, claro, y fotos para la familia, y los ni�os jugando en playas v�rgenes de arena blanca, hasta que un d�a el mar y el azar dicen: hoy toca. Y adi�s muy buenas, chaval. M�s fiambre para el telediario. O sea. M�s v�ctimas inocentes.

Antes, al menos, hab�a excusa. O justificaci�n. No siempre �ramos culpables de los efectos letales de nuestra ignorancia, porque la sabidur�a no estaba al alcance de todos. Estudiar era dif�cil, y los cuatro canallas con corona o sotana que manejaban el cotarro eran incultos o procuraban, en bien de su negocio, que la chusma lo fuera. El hombre ignoraba que el mundo es un lugar peligroso y hostil donde al menor descuido te saltas el sem�foro; o lo sab�a, pero no contaba con medios para evitar el da�o. Sin embargo, hace tiempo que esa excusa no vale, al menos en lo que llamamos Occidente. De Pompeya a las playas asi�ticas, de Troya a las Torres Gemelas, el imb�cil occidental �ustedes y yo� dispone de treinta siglos de memoria escrita que se pasa por el forro de los huevos. Tenemos colegio obligatorio, televisi�n e Internet, y nunca hubo tanta informaci�n circulando. Quien no sabe es porque no quiere saber. Ahora somos deliberadamente ignorantes porque resulta m�s c�modo y barato mirar hacia otro lado y creer que nunca va a tocarnos a nosotros. Hasta que toca, claro. Hasta que el piso que compramos sin fijarnos en que estaba en el cauce de un r�o seco se nos llena de agua. Hasta que el viaje basura de quince euros que contratamos con una compa�a cutre para sentirnos millonarios tres d�as bebiendo pi�a colada mientras nos llaman Buana o Sahib, nos deja tirados en el aeropuerto. Hasta que la hipoteca que nos atamos al cuello sin averiguar antes si cuando todo se vaya al diablo podremos pagarla, nos revienta en la cara y nos deja en la puta calle. Entonces, s�. Entonces somos v�ctimas inocentes, pedimos compasi�n, ayuda internacional y soluciones a cargo de los presupuestos del Estado, y exigimos responsabilidades a la compa�a a�rea, y a la cadena hotelera, y al gobierno, y a Dios, mientras agitamos en alto nuestros in�tiles billetes de avi�n, nuestras letras que no podemos pagar, nuestras casas inundadas y nuestros muertos.